Los hongos te plantean un desafío gigante al momento del maridaje, porque su aroma terroso y la textura gomosa invitan a que descorches desde un perfumado Viognier hasta un voluptuoso Cabernet. Ideas de combinación, miles. Y acá te las cuento.

Los hongos pueden acompañar un sinfín de preparaciones y, en muchos de esos casos, serán las estrellas absolutas. Apenas salteados en manteca, rellenos, sobre una masa de pizza o dándole un toque salvaje a un risotto, los hongos son ingredientes divinos que hay que saber entender al momento del maridaje.

Champiñones crudos con apenas un poco de jugo de limón, sal y queso Philadelphia es algo tan simple y efectivo que solamente puede resultar aún más delicioso si es acompañado por la frescura de un Sauvignon Blanc de cosecha reciente. Pero también esos champiñones pueden estar rellenos o gratinados, por lo que el Sauvignon Blanc ya quedará corto, y, entonces sí, el Merlot o el Bonarda tendrán su momento de gloria.

También los rosados funcionan correctamente con morillas (¡si conseguís!) o gírgolas sobre un risotto, o el turno de los tintos más densos cuando decidimos acompañar cualquier pasta rellena en donde la salsa esté elaborada a base de crema de leche y hongos de pino.

Por otro lado, tené en cuenta que la textura de estos ingredientes en general es muy suave, con un buen contenido de proteínas y un aroma de boca que, aunque siempre deja su marca, nunca invade impúdicamente. Por eso los tintos tánicos solamente tienen que reservarse en preparaciones realmente intensas donde, además de setas, intervengan ingredientes como las carnes rojas o las legumbres. Éste sería el caso de unos ravioles de cordero y portobellos con una salsa a base de tomate. En definitiva, desde los blancos hasta los tintos de estructura media (sobre todo los elaborados a base de Malbec, Bonarda o Merlot) son las mejores alternativas cuando los hongos son los que se destacan.