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Diario de viaje: Los vinos de España

Quiero contarles cuáles fueron las conclusiones que me quedaron grabadas después de visitar durante casi 20 días las principales regiones vinícolas de España. Anécdotas y reseñas de vinos y experiencias imperdibles.

Fueron casi 20 días los que estuve paseando por algunos de los muchos viñedos españoles. Tuve la suerte de poder conocer bodegas en Toro, Rueda, Ribera del Duero, Rioja, Jerez y Penedés y cada una de ellas ha tenido un sello singular marcado por la famosa palabra “terroir”. Ese terruño es la sumatoria de un clima determinado en una región específica del planeta, con sus variedades de uvas típicas, sus lluvias particulares y, claro está, la mano de esos hombres que logran allí dar lo mejor de sí para buscar algunos de los mejores vinos del mundo.

Así como les conté sobre ese arte que es elaborar un vino en Jerez, en cada lugar de España el tema es más o menos similar. La cultura del vino está muy fuertemente arraigada. La gente bebe vino a cualquier hora, pero ¡Ojo!, la sofisticación del mundo vitivinícola todavía no ha llegado al interior. Sí en Madrid o Barcelona, grandes ciudades con mucha influencia del turismo internacional, donde resulta común ver al vino como una cuestión elegante y, si me permiten, un tanto frívola. En el interior del país nada de eso sucede. La gente pide vino y es ahí donde termina su conocimiento. Salvo algunos casos excepcionales como sucede en Rioja, la mayor parte de la población no se interesa por conocer proveniencias, uvas con las que se elabora o fechas de cosecha. El vino es vino. Tinto, rosado o blanco, pero vino al fin.

De cualquier manera el disfrute por esa copa que tienen en sus manos es lo maravilloso del asunto. El vino es tomado como una excusa para juntarse con amigos, para salir a pasear de bar en bar en busca de jamones serranos, tostas, olivas o mariscos y, todo eso, acompañado por el fiel amigo del hombre. Claro, estoy hablando del vino.

Además de Rioja, Jerez o Ribera del Duero, hay otros lugares aún algo desconocidos como Toro o Penedés. La primera de las regiones se ubica muy cerca de la ciudad de Valladolid y, por lo tanto, cerca de la DO Ribera del Duero; acá los vinos más reconocidos son sus tintos, todos ellos de grandísimo potencial de envejecimiento, fuertes aromas de frutas rojas frescas y contenidos de alcohol que superan fácilmente los 15 grados. Penedés es otra región singular, ubicada muy próxima a la ciudad de Barcelona; aquí se elaboran blancos, tintos, rosados y espumosos, pero lo interesante es que fue aquí en donde se comenzaron a cultivar las llamadas variedades internacionales: Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah o Chardonnay, por nombrar solamente algunas. Éstas se entremezclan con la autóctona Tempranillo (donde la llaman Ulle de Lebre, que significa «ojo de liebre» en catalán) logrando blends maravillosos.

Para ir terminando, y tampoco aburrirlos con tantas palabras, debo confesarles que he quedado sorprendido con la manera en la que España trabaja sus viñedos. Son tradicionales, sí, pero han logrado adaptarse al mercado mundial de vinos de una manera excepcional, descubriendo nuevas zonas de explotación, haciendo un uso exacto de sus variedades de uva autóctonas como la Tempranillo que en cada lugar da resultados diferentes y, en algunos casos, invirtiendo constantemente en el equipamiento de sus instalaciones. ¿Conclusión? España está abriendo su juego cada vez más a disfrutar de distintas experiencias. Ni más ni menos que ese juego que, desde siempre, nos ha propuesto el vino.

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